De las Black Paintings al White Cube: el arte como proceso.
Este mes, en los espacios de Cultura Pasajera del Pasaje Pam de Rosario, se presentan tres artistas cuyas obras, como sucede en toda muestra, entablan múltiples diálogos: entre si, con otras obras (contemporáneas o anteriores), con el entorno y con la historia. Aunque diversos en sus recursos, estrategias y materiales, los tres artistas comparten algunos planteos. Las tres muestras son visualmente seductoras, con obras de un cierto ascetismo y marcada abstracción y una fuerte relación con el espacio, el tiempo y la arquitectura.
En el espacio Ribuar, Leandro Comba presenta unas impecables pinturas minimalistas. Suerte de plantas arquitectónicas de pirámides irregulares truncadas, su sobria belleza resulta evocadora de utópicos proyectos modernistas. Estas pinturas, constituidas por líneas blancas trazando un dibujo poligonal sobre un fondo negro, no sólo nos ponen en relación con la representación de las tres dimensiones en el plano, sino también con el tiempo, ya que parecen ser variaciones (rítmicas) de una misma figura. Toda la serie se nos presenta como stills de un registro de los movimientos de una forma geométrica mutante, y constituye un posible homenaje en clave dinámica a las Black Paintings del Frank Stella de fines de los 50’s.
Especie de metáfora visual del principio de Indeterminación de Heisenberg (aquel que afirma que no se pueden determinar, simultáneamente y con precisión, ciertos pares de variables físicas), la obra de Comba nos enfrenta a movimientos de impredecible trayectoria, a lo inestable, a lo provisorio. Nos enfrenta con el objeto artístico como un recorte, como un instante, entre tantos posibles, de la obra de un artista.
Lo inestable y la arquitectura aparecen también en la obra de Leila Tschopp en varias formas. Su Proyecto Diorama, una instalación site specific y parte de un proceso de investigación sobre el tema, hace un magnífico uso de la vitrina del patio del Pasaje. En ella articula, en varios planos que se intersecan, diversas imágenes abstractas con la representación de un edificio rosarino, cuyo particular y audaz diseño presenta al equilibrio como tema. Su efigie aparece en la obra de Tschopp con colores brillantes y netos, que lo ubican en el espacio utópico y ficcional de un futuro que no fue, un futuro pasado.
El diorama era un dispositivo, ideado por Daguerre e instalado primeramente en París en 1822, que consistía en una escenografía compuesta por varios planos pintados, semitransparentes, que mediante juegos de luces acentuaban la sensación de profundidad. El diorama implicaba también el tiempo, mediante el cambio de los ángulos de iluminación, y la rotación de la plataforma donde se ubicaban los espectadores. Mezcla de teatro y pintura en movimiento, fue un antecesor del cine. El París de los tiempos del Diorama, es el mismo París de los pasajes y las galerías cubiertas, a cuya imitación se construye el pasaje PAM en el último año del siglo XIX en plena época de oro de la ciudad. Hoy, en un momento en el que el auge de la construcción y el boom inmobiliario parecen señalar un nuevo período dorado (en este caso light, ya que esta hecho a base de soja), la obra de Leila, evocando aquellos espectáculos parisinos del positivista siglo XIX y los diseños utópicos
arquitectónicos, también parece hablarnos de la fugacidad y fragilidad de los proyectos humanos.
La obra de Marcela Sinclair, de complejo título con directas referencias científicas, ocupa el espacio, aséptico como nunca, de El Cubo. Esta obra, bella en su extrema austeridad, nos convierte en voyeurs de los restos de un drama experimental. Dentro del cubo blanco, mezcla de laboratorio científico y sala de aislamiento de hospital, vemos una de las posibles disposiciones de los remanentes de un mueble que fuera desarmado para ser introducido en la habitación. Las huellas en forma de parrilla que traza el aserrín en el piso y los restos de madera, dispuestos a modo de construcción abstracta, evocan las formas de una cama, o una camilla. Esta celda, sellada e inaccesible al otro lado del vidrio, nos trae a la mente las imágenes de los experimentos médicos de El huevo de la serpiente de Bergman, con su cámara oculta detrás del espejo de la habitación.
Un proceso estocástico es un concepto matemático que sirve para caracterizar y estudiar todo tipo fenómenos aleatorios que evolucionan, generalmente, con el tiempo. Marcela utiliza el término para hablar del arte como un proceso continuo de experimentación, en el cual las obras constituyen estadios, siempre provisorios, siempre parciales y expuestos a toda clase de interferencias, que lo jalonan.
Por otra parte, el cubo blanco casi vacío, con los restos del viejo mueble de madera, evoca en la memoria de quien atraviesa desprevenido el pasaje, momentos de crisis económicas, negocios cerrados y vidrieras desmanteladas, casi como la contracara de los sueños utópicos de la modernidad. ¿Recuerdos del futuro?
Daniel García
Rosario, setiembre 2008